Cuando un discurso es grabado en una cinta magnética o en una grabadora digital, al momento de reproducirlo, no repetirá nada más que lo que ya se ha preparado. Tal discurso puede no tener ninguna relación con los actos de quien lo proclama; sin embargo, podría tener un inmenso efecto sobre cualquier grupo, en cuanto a las veces que se repite.
No existe ninguna inconveniencia en el hecho de repetir varias veces el mismo discurso. La cuestión está en el mensaje al que se hace alusión, cuyo objeto es la manipulación; ante tal situación, se debe tener absoluto cuidado al momento de tener el papel de receptor.
Muchas personas, (principalmente los políticos), actúan como una cinta que sólo guarda un discurso que flota en el universo de la apariencia, encubriendo a través de las formas, lo que en su interior es absolutamente degradante. Sus actitudes son incompatibles con lo que fingen ser. Adornan sus mentiras, de esa manera van moldeando a todo aquel que es incapaz de someter en cuestionamiento lo que se le plantea.
Lo correcto es retener un discurso y no debe ser digerido sin antes someterlo en un proceso de cuestionamiento crítico racional; valiéndose de los elementos concretos de la realidad, y de la capacidad intelectual de discernir la mentira de la verdad; según el conocimiento adquirido.
Aquí hago énfasis en el conocimiento, en la capacidad intelectual de criticar, haciendo uso de la razón. ¿Por qué el conocimiento? Es un elemento básico para poner en discusión cualquier tema, pues se tiene fundamentos para poder rechazar lo que no conviene.
Para tal rechazo, influye el acto trascendental que es la crítica a través del intelecto, en donde la razón se encarga inmediatamente de ubicar cada palabra, cada expresión, según la carga intencional que contiene cada una. A partir de ese proceso, los discursos que parecen ser grabados en una cinta magnética, ya no tendrán el mismo éxito que cuando simplemente se deja penetrar tal un fuerte viento que arrasa y manipula la conciencia humana.
En la actualidad nos estamos enfrentando a infinidades de crisis, una de ellas es la crisis de la razón, y la falta de capacidad de crítica, que a mi parecer debería ser la más preocupante, puesto que el hombre se ha vuelto una máquina que se mueve por inercia satisfaciendo su necesidad de consumo impuesta por el sistema.
Esa necesidad de consumo no se restringe solamente en cosas materiales, sino se extiende, en el consumo de ideas capaces de someter al hombre y a la mujer en un estado de decadencia racional, sometiéndolos en la alienación.
Es por eso que el cuestionamiento de los discursos resulta imprescindible, por más simple que parezcan. Pero para poder hacerlo es preciso procurar que el individuo tenga los elementos necesarios, tales como ya se ha dicho, el conocimiento, la capacidad intelectual de crítica y el uso de la razón.
Por tanto. Sólo despertando la razón, liberándola de las cadenas de la manipulación, se puede encontrar en una sociedad a un ser humano capaz de decidir por sí mismo, pero por sobre todo, capaz de defender su integridad y reivindicar sus derechos inherentes para vivir dignamente.
No existe ninguna inconveniencia en el hecho de repetir varias veces el mismo discurso. La cuestión está en el mensaje al que se hace alusión, cuyo objeto es la manipulación; ante tal situación, se debe tener absoluto cuidado al momento de tener el papel de receptor.
Muchas personas, (principalmente los políticos), actúan como una cinta que sólo guarda un discurso que flota en el universo de la apariencia, encubriendo a través de las formas, lo que en su interior es absolutamente degradante. Sus actitudes son incompatibles con lo que fingen ser. Adornan sus mentiras, de esa manera van moldeando a todo aquel que es incapaz de someter en cuestionamiento lo que se le plantea.
Lo correcto es retener un discurso y no debe ser digerido sin antes someterlo en un proceso de cuestionamiento crítico racional; valiéndose de los elementos concretos de la realidad, y de la capacidad intelectual de discernir la mentira de la verdad; según el conocimiento adquirido.
Aquí hago énfasis en el conocimiento, en la capacidad intelectual de criticar, haciendo uso de la razón. ¿Por qué el conocimiento? Es un elemento básico para poner en discusión cualquier tema, pues se tiene fundamentos para poder rechazar lo que no conviene.
Para tal rechazo, influye el acto trascendental que es la crítica a través del intelecto, en donde la razón se encarga inmediatamente de ubicar cada palabra, cada expresión, según la carga intencional que contiene cada una. A partir de ese proceso, los discursos que parecen ser grabados en una cinta magnética, ya no tendrán el mismo éxito que cuando simplemente se deja penetrar tal un fuerte viento que arrasa y manipula la conciencia humana.
En la actualidad nos estamos enfrentando a infinidades de crisis, una de ellas es la crisis de la razón, y la falta de capacidad de crítica, que a mi parecer debería ser la más preocupante, puesto que el hombre se ha vuelto una máquina que se mueve por inercia satisfaciendo su necesidad de consumo impuesta por el sistema.
Esa necesidad de consumo no se restringe solamente en cosas materiales, sino se extiende, en el consumo de ideas capaces de someter al hombre y a la mujer en un estado de decadencia racional, sometiéndolos en la alienación.
Es por eso que el cuestionamiento de los discursos resulta imprescindible, por más simple que parezcan. Pero para poder hacerlo es preciso procurar que el individuo tenga los elementos necesarios, tales como ya se ha dicho, el conocimiento, la capacidad intelectual de crítica y el uso de la razón.
Por tanto. Sólo despertando la razón, liberándola de las cadenas de la manipulación, se puede encontrar en una sociedad a un ser humano capaz de decidir por sí mismo, pero por sobre todo, capaz de defender su integridad y reivindicar sus derechos inherentes para vivir dignamente.